Dedicale tiempo.
Si, a eso que siempre querés perfeccionar, que querés que te salga bien, que parece tan fácil para los demás pero que a vos no termina de encajarte como te gusta. Dedicale tiempo.
Parate a pensar, a prepararlo, a repasarlo. Dedicale toda la mañana, o todo el día. Dedicale más de un día si la mejor luz ya pasó y ahora tenés demasiada sombra.
Dedicate a poner todo en su lugar. Desacomodalo y volvé a ponerlo todo en su lugar, otro lugar, uno mejor que el anterior, que ese no te convencía del todo.
Dedicate a buscar. Leé, pensá, escribí, borrá y empezá de nuevo. Dedicale tiempo a encontrar las palabras exactas, las que mejor expresen eso que tenés en la cabeza. No te quedés con esas que no son del todo, pero bueno sí, más o menos es eso. Dejalo reposar. Y si no existe una palabra, buscá la frase exacta y usá tantas palabras como te sean necesarias para explicarte. Pero que sean las palabras más adecuadas.
Dedicale espacio a esa persona o personas en tu vida. Dales tiempo, no te olvidés. Dales tiempo, que por algo están ahí.
Dedicate tiempo a vos. Date espacio, no te empujes ni te apures. No hagas las cosas rápido, que a veces eso sale mal.
Investigá, buscá, informate, inspírate, mirá a tu alrededor. Mirá para adentro… Y disfruta del proceso. Disfrutá de los resultados. Disfruta de los errores. Disfruta de que eso que hiciste no te llevó a nada.
Pero sobre todo, dedicale tiempo.